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En lo que se refiere a España su celebración tomó un auge especial durante el reinado de los Reyes Católicos, y ya en el siglo XV tomaría proporciones magestuosas en toda la península, destancándose la construcción de las grandes Custodias de Arfe para la Catedrales de Toledo, Córdoba y Sevilla, así como la conversión del cortejo en todo un aparato barroco en el que tenían su representación todos los estamentos sociales, tanto civiles como religiosos de la ciudad y en la que no faltaban gigantes, cabezudos, tarasca, etc.
El espíritu ilustrado de Carlos III vino a corregir en parte algunos de los excesos del barroco, prolongándose sin embargo la celebración pública de tan augusto misterio hasta nuestros días, superando distintas vicisitudes históricas que incluyen por ejemplo y por ceñirnos a las décasdas más recientes el cambio de fecha de jueves a domingo que se ha producido en la mayor parte de las diocesis españolas, así como un malinterpretado "espíritu conciliar" que veía con reservas estas manisfestaciones públicas de fe.