La iconografía de Nuestra Bendita Madre se completa con los dos grupos de Santos que la custodían. De estilo barroco y formado por imágenes enlienzadas a tamaño académico, simbolizan con sus advocaciones las Reginas de la Letanía: San José (por los Patriarcas), San Lorenzo (por los Mártires) San Basilio (Confesores), San Pedro (Apóstoles), Santo Domingo de Guzmán (Stmo. Rosario) y Santa Catalina de Alejandría (Vírgenes).
Breve explicación sobre cada título de las letanías a las que representan:
Regina apostolorum (Reina de los apóstoles).
El título de reina de los apóstoles, conviene tanto a María que si los apóstoles instruyeron a los pueblos de toda la tierra ellos lo fueron por María; porque según san Bernardo, los apóstoles recurrieron a ella en sus dudas y cuando querían estar seguros de las intenciones de Jesucristo sobre algún punto de su creencia.
Por otro lado, si cada uno de ellos destruyeron el paganismo en la parte del mundo que le correspondió por la partición que hicieron entre ellos.
María disipó y disipa todavía las herejías en todos los países del mundo.
Alégrate Virgen María, tú sola destruyes las herejías en todo el universo.
Regina Patriarcarum (Reina de los patriarcas).
Si Noé, Abrahán y los antiguos Padres que vivieron, hasta tiempos de Moisés, son llamados los Patriarcas del Antiguo Testamento, para que fueran los primeros jefes de familias, donde se conservó fielmente el recuerdo de Dios: y si se llama a San Agustín, San Benito y otros fundadores de Órdenes religiosas los Patriarcas del Nuevo testamento, porque son los jefes y como padres de las familias religiosas que se dedicaron especialmente al servicio de Dios, es a justo título que se da a María la calidad de Reina de los Patriarcas, porque siendo la Jesucristo que es el Rey de los patriarcas, el autor y consumador de la fe, ella es por esta calidad la Reina de los Patriarcas de la antigua y de la nueva ley.
Regina martyrum (Reina de los mártires).
No se podría honrar a María como se debe si no se la reconoce como Reina de los mártires, porque aunque ella no haya derramado su sangre por la confesión de la fe, sin embargo sufrió con más confianza y amor que todos los mártires.
Y por decirlo todo con una sola palabra, sufrió en corazón maternal todo lo que el Rey de los mártires, Jesucristo, su divino hijo, soportó en su carne inocente.Reina de los mártires ruega por nosotros
Regina confessorum (Reina de los confesores).
Pues si se llama confesores a aquellos que confesaron a Jesucristo, ¿se rehusará el título de Reina de los confesores a la que confesó con una firmeza y una constancia incomparablemente superior a la suya? Ella lo siguió no sólo en medio de los oprobios y tomentos de su Pasión, sino que subió generosamente al Calvario con Él, para verlo consumar el sacrificio de nuestra redención.
Los apóstoles habían reconocido a Jesucristo como Hijo del Dios vivo, pero en el tiempo de la Pasión, infieles a la confesión de su fe, la disimularon y escaparon. No ocurrió así con María, que siempre constante y fiel, lo reconoció como su Dios en todo el curso de su Pasión y sobre la Cruz.
Regina Virginum (Reina de las vírgenes).
De todos los títulos, honores y alabanzas que se da a María, el de Reina de la Vírgenes le conviene por excelencia, porque ella es el prototipo de la virginidad, ya que fue la primera que se comprometió por un voto de virginidad perpetua.
La virginidad, antes de su tiempo, era tan despreciada que la hija de Jefté, estando a punto de ser inmolada por su padre, antes de haberse casado, fue a llorar su virginidad a los montes. Pero desde que María elevó la gloria de la pureza virginal, se vio consagrarse a millones de vírgenes, a Jesucristo como a su único esposo según esas palabras del profeta en el salmo XLIV: Después de ellas, conducirán vírgenes al Rey.
Regina Sanctorum Omnium (Reina de Todos los Santos)
Este título que la Iglesia da a María, encierra las más grandes alabanzas que sea posible darle, porque anuncia que es superior a los Santos de todos los órdenes.
En efecto, María conforma un orden separado en el cielo; y para juzgar el alto punto de su gloria, hay que remarcar que Dios glorificó a su propia Madre.
Por ese motivo se ha representado a los ángeles y a los Santos de todo orden ofreciendo a María sus coronas, para significar que ella reina en el cielo por encima de ellos.