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LLEGÓ NUESTRO DÍA GRANDE

El trinar de los pajarillos anuncia en el clarear de la mañana, que hoy no es un día cualquiera en nuestro calendario.

Hace fresco y al contemplar el cielo, algo ineludible un día como hoy, se presagia que la jornada será espléndida.

Saldremos a la calle y comenzaremos a ver los primeros trajes oscuros caminando hacia las inmediaciones de la Parroquia, buscando ese primer café que en lugar de calmar los ánimos, los avivará aún más si cabe.

Los balcones rebosan elegancia. Cientos de colgaduras adornan las fachadas por las que durante la tarde pasará la Señora.

Infinidad de chaquetas se ven salpicadas por unos lazos rojo sacramental que aguardan desde hace tiempo esperando esta mágica mañana.

La Función Principal hace que los hermanos comiencen a saborear la primera gran cita de la jornada. Durante la misma, se proclama a los cuatro vientos los dogmas de la Imaculada Concepción de María y de su Gloriosa Asunción a los Cielos.

Terminada la Función y tras un breve aperitivo, llegará el Almuerzo de Hermandad. Este año más cerquita que nunca. El Hotel Macarena será testigo del encuentro de muchos miembros de esta gran familia.

Poco antes de las cinco, notaremos el nerviosismo de muchos, cuando los priostes, con el bistec atravesado en la garganta, se encorseten nuevamente su americana para desfilar calle Feria abajo y preparar gustosamente el trono procesional de la Señora.

Ella, acicalada y debidamente ataviada, recibirá el resplandor de sus codales que la acompañaran iluminando su grandeza por las calles de nuestro barrio, proclamando su Mediación Universal.

El barrio vuelve a sentir la ebullición del público que poco a poco se va congregando en las inmediaciones de Omnium Sanctorum.

Los primeros músicos y costaleros degustan el imperdonable café de la tarde con un ojo puesto en la Parroquia y el otro en las pantallas del Guadiana, viendo como va el equipo de sus amores.

La seis. ¡Vamos para dentro! Llegó el momento esperado. Un trasiego de personas circulan sin saber donde por las naves de la Parroquia.

Las primeras dalmáticas lucen bien hermosas, los monaguillos juguetean, las personas mayores aguardan sentadas en los bancos laterales. Cientos de flashes torpedearan la delantera del paso inmortalizando el momento de costaleros, acólitos, hermanos pequeños, músicos... todos desean su fotito de rigor a los pies de la Señora.

Sin solución de continuidad, un silencio sepulcral inundará las bóvedas Parroquiales. Don Pedro se acerca al micrófono y pide silencio.

Obsequiaremos a la Señora con el Ave María y un reguero de luz entrará por la puerta ojival, que ya de par en par, nos muestra el bullicio de la calle que ovaciona el comienzo de la procesión.

Mientras tanto los candelabros empiezan a tintinear y el rosario de la Virgen cimbrea por primera vez, fiel reflejo de que cada costalero ocupa su lugar en el palo.

¡A está es! Primera levantá de una Madre que volverá a encontrarse con su barrio. Viejecitas en los balcones, antiguos vecinos en los portales, emocionados rostros ilusionados disfrutarán un año más de la bendición de su Patrona.

Reina de Todos los Santos, Pasa la Macarena, Rocío, Estrella Sublime y un sinfín de composiciones sonarán aún más fuerte que nunca, con Pepin Tristán dirigiendo desde el balcón del cielo. Un balcón que contará con la presencia de todos nuestros hermanos que guardan a la Señora en la Gloria, y desde donde surgirá la mayor petalada de todo el recorrido. Una petalada de amor, vivencias y recuerdos en el seno de esta gran familia.

Pasarán las ocho, las nueve y las diez, y la historia se irá terminando cuando la Bernabela, la Regina y la Reina de Todos los Santos, repiquen anunciando la entrada de nuestra Madre, a la que despediremos con la Salve.

La luz de su paso se tornará pálida y las lágrimas de muchos salpicarán el mármol de Omnium Sanctorum en una mezcla de tristeza porque el día se acaba y de orgullo por el éxito de la Procesión.

Tremendamente cansados por una jornada tan intensa, sólo se nos ocurrirá pensar que mañana será lunes y todo se habrá acabado. Te resistes a abandonar la Iglesia y a volver a dejarla sola. No quieres que termine el día, aunque por dentro estás como loco de abrazar tu almohada y degustar los recuerdos vividos minuto a minuto.

Ese contraste entre la alegría y la tristeza desembocará paulitanamente en el orgullo del deber cumplido, manifestando nuestra fe por cada rincón del barrio y comprobando como Ella, repartió bendiciones entre sus hermanos y feligreses.

Hoy es nuestro día. Llevamos todo un año esperándolo. Disfrútalo hermano.