No cabe insistir en el caso de un público como el que frecuenta nuestro blog, sobre la excepcional importancia que el Sacramento de la Eucaristía tiene para la Iglesia.
Lo que quizás resulte más desconocida sea la intrahistoria teológica y litúrgica que envuelve la definición dogmática y la celebración de este Sacramento, no excento de controversias y dudas a lo largo de los siglos, pero que ha encontrado siempre en la fe del pueblo, en las definiciones conciliares y en el magisterio de los Papas el más firme baluarte de defensa frente a errores o deformaciones de tan Augusto Misterio.
Si bien la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, ha sido constante desde los albores de la Iglesia, no es hasta el siglo XIII cuando encuentra su lugar en el calendario litúrgico, primero en determinadas diócesis belgas y francesas y después para toda la Iglesia.
En este sentido las revelaciones de Cristo a Santa Juliana de Corbillón resultaron decisivas para la extensión de la fiesta y la posterior Procesión Eucarística.
