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REFLEXIÓN EN TORNO AL VIERNES DE DOLORES

La Semana de Pasión llega hoy al umbral mismo de su representación plástica, sensorial y emocional en el calendario cívico y religioso de la ciudad, como en el reloj personal de quienes conforme avanza el correr de los años ven aproximarse estas fechas más como la rememoración de vivencias, personas y recuerdos ya vividos, que como la expectación gozosa de algo que está por suceder.

La evocación anticipada de lo ya vivido se expresa particularmente cada Viernes de Dolores en el que la piedad popular se centra en la contemplación anticipada en los dolores de la Madre como queriendo dar un lugar de relevancia al compadecimiento con los sufrimientos de la Corredentora.

La Semana Santa es un crisol donde se acaban concentrando los tiempos de toda una vida: el niño que jugaba a hacer pasitos con cajas de zapatos, el joven que con su pandilla del instituto descubría, programa en mano y tan sólo una vez al año, calles recónditas del callejero del centro donde tal vez arrancaría un primer beso furtivo o un leve y equívoco entrelazarse de dos manos.

Recordamos quizás a aquella abuela ya desaparecida que nos esperaba ilusionada sentada en las sillas de la carrera oficial, su insistencia en que nos comieramos entero el bocadillo que con tanto cariño nos había preparado, su empeño en sacarnos de la fila de nazarenos cuando nosotros nos habíamos hecho el firme propósito de llegar hasta la meta.

Es el tiempo de la belleza que hiere, el de los días perdidos, el de la memoria que elige el camino más corto para herirnos como evocara ese gran poeta sevillano que fuera Rafael Montesinos.

El corazón querrá sin duda aferrarse a la memoria de la felicidad evocada o imaginada pero no nos dejemos confundir por el éxtasis de los sentidos. Ante nuestros ojos se nos propone un Acontecimiento siempre actual, siempre presente, siempre capaz de transformar nuestras vidas, capaz de vencer nuestros más íntimos miedos, dilemas, frustraciones, desilusiones.

Aunque la marea de nuestros dolores y tristezas parezca a veces invadirlo todo, mantengamos en este umbral de la Semana Santa, que es como la metáfora del discurrir de nuestras vidas, la mirada fija en la Victoria segura de la única Esperanza que no defrauda y que habrá de recobrarnos con creces esos besos, esa mirada de la abuela, esa belleza de los años irreparables....