Son muchos los aspectos teológicos, espirituales y devocionales que se podrían evocar con respecto a la figura insigne de este glorioso Patriarca, bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, al que la devoción popular asocia a la custodia de las vírgenes consagradas, el patronazgo de la Buena Muerte y de la Iglesia Universal por decreto del Papa León XIII, así como el patronazgo sobre los trabajadores por iniciativa de Pío XII.
Son innumerables los Santos que lo han tenido por singular objeto de su veneración particular, recuérdese por ejemplo a nuestra Santa Teresa de Ávila, o al Beato Juan XXIII, que sostenía incluso, a modo particular, “la piadosa creencia” en la Asunción Corporal en cuerpo y alma a los cielos del Esposo de María.
Se le invoca igualmente como maestro de vida interior, en razón de su intimidad silenciosa con Jesús y María.
No existe en todo el Nuevo Testamento, exceptuando a la Santísima Virgen, figura que cumpla un papel más alto y al mismo tiempo más oculto y discreto.
Es Él el que por indicación del Ángel, pone Nombre a Jesús y lo inserta en la estirpe de David. Es Él el que desde su profunda gratuidad amorosa “encubre” la virginidad de María y tutela con su autoridad paterna la infancia de Jesús. Es Él el que en su dimensión humana introduce al Niño en la tradición religiosa judía, el que lo llevaría de la mano a la Sinagoga y de quién aprendería a cantar los salmos rituales judíos.
En el contexto de la cultura actual que tiende a oscurecer la dimensión de la paternidad, disociándola de su necesaria correlación con la maternidad, la figura paterna tan excelsamente representada en la persona de Éste, que no dudo en calificar como “el primero de los Santos”, adquiere un valor singular, ya que representa el peso y el valor de la Tradición sin la cual no cabe una sana transmisión de los valores que conforman nuestra humanidad.
Su festividad litúrgica se celebra el 19 de Marzo. En 1955 el Papa Pio XII instituyó la fiesta de San José Obrero, al que muchos preferimos denominar San José Artesano, por razones de rigor histórico.