Soplan aires de Roma por la arteria principal de un barrio donde el fluir de sus
días parece que se tiñe de un perenne espíritu novembrino, alzándose en su centro
neurálgico un templete que acoge entre sus columnas salomónicas la arrebatadora
beldad de una Reina ante la que no existen las horas, pues éstas no dejan su marca
indeleble sobre su piel adolescente, a pesar de que mora en aquel edificio al que da
nombre en latín desde hace más de cuatro siglos y medio, y sin embargo no aparenta esa
edad...
Hay nubes que circundan las alturas
al cruzar por la calle Anchalaferia,
y ninguna amenaza con la lluvia
porque surgen de oscuras chimeneas
en las que son asadas las castañas
cuando avanzan las tardes muy ligeras
y el frío va abrazando sigiloso
la luz que se recorta en azoteas
mientras pasa el otoño lentamente,
con sones musicales de Tejera,
ante aquel melancólico semblante
que nunca se aproxima a la tristeza.
Cobra vida su altar y se levanta,
retablo itinerante en parihuelas
que traspasa lo angosto de un dintel
para poder salir por una puerta
convertida en un arco de triunfo,
Egregia Majestad de la belleza
que hace del barroco su poesía
tras esquivar el reto de la piedra
e ir dejando atrás ese cancel
donde esta encantadora Medianera
permanece a diario retratada
en la pulcra cerámica que Kiernam
crease con su arte indiscutible
en el horno alfarero que cociera
la más hermosa estampa de esta Rosa
cuyo perfume a todos embelesa.
Esbeltos candelabros cimbreantes
otorgan movimiento y fortaleza
al conjunto armonioso más perfecto
que trae parte del cielo hasta la tierra,
y un domingo cercano a aquel adviento
donde otra vez la gloria se renueva
sobre la cruz que porta entre sus manos
ese Niño Jesús que juguetea
con los pliegues que tiene en su vestido
la Madre que lo mira tan serena,
v
a a visitar la Virgen a esos fieles
que a diario se rinden ante Ella
y aguardan cada año su salida
en esa procesión sin primavera
cuando marca el camino San Miguel
frente a una peana tan inmensa
que contiene la corte celestial,
estando con María a su derecha
San José, San Lorenzo y San Basilio,
y yendo al otro lado, por su izquierda,
Santo Domingo de Guzmán, San Pedro
y Santa Catalina, quienes rezan
ante la faz que logra que noviembre
se alegre solamente en su presencia,
acudiendo Sevilla a reencontrarse
con ese gran misterio que es la escena
de un paso en el que están Todos los Santos
postrados a las plantas de su Reina.
Juan Manuel Labrador Jiménez
Pregón de las Glorias 2018 en vídeo (pasaje dedicado a la Santísima Virgen a partir del minuto 52:30)