Antonio Muñoz Maestre
... Llega Noviembre, Ella sale a la calle, y mientras el barrio de la Feria entona su salve íntima, cada devoto que se pone frente a su trono de majestad, busca entre las flores un recuerdo, una mirada, un último beso que hubiera deseado darle a su santo particular antes de su marcha hacia las alturas del corazón.
El Niño mira a su rostro. La nota absorta, perdida en un recuerdo. La calle la abraza con susurros de Alameda, con murmullos de vidas enredadas en los callejones, con miradas de patios donde los geranios ponen su reino rojo sobre la cal. Ella no responde. Por un instante se cruzan sus miradas. Ella le dice que mire a sus pies, y el Niño comprende. Acaba de nacer noviembre, y en el Barrio de la Feria, ante el paso de la Virgen, el pueblo formula su penúltima pregunta.
Mira, Madre, si acaso entre tus flores
Habita esa mirada que nos falta.
Dime tú, que lo sabes, como suena
Su voz allá en la gloria sevillana.
Escucho mil pisadas cuando brotas
En la madera vieja de la rampa
de mil costales que en el sueño duermen
y despiertan al mundo a tu llamada.
El retablo que Dios puso a tus pies
Avanza Feria arriba entre plegarias,
Buscando la escalera hacia los cielos
Que nace en el cruzar de tu mirada
Con la sonrisa cálida del Hijo
Que extiende a ti sus brazos como alas.
Dile, Señora, cuando esté contigo,
Que dejó aquí en la tierra la esperanza
De que el hueco imposible de la ausencia
Se volverá a llenar cualquier mañana.
Susurra el aire desde la Alameda,
Va besando tu manto el Patriarca,
Las vírgenes aclaman tu pureza
Y el confesor absuelve con tu Gracia.
Sella la eterna unión con un abrazo,
Madre del Mundo, eterna acompañada,
Consoladora fiel que puso el Padre
A mitad de camino entre las almas
Y nuestra humanidad superviviente
Que gime a los recuerdos abrazada.
Salve, Reina celeste de la vida,
Bajo en cielo mudéjar de tu casa
Abre las puertas de la vida eterna
A todos los que viven a tus plantas
Y dime cada vez que pueda verte
Que vive un santo nuevo en tu morada.