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PREGÓN DE LAS GLORIAS 2012

Lutgardo García Díaz

...Y cuando el tiempo de glorias se nos vaya acabando, y sintamos la nos­talgia de las horas pasadas. En el barrio de la Feria, esperaremos venir des­de lo lejos a la Virgen que ocupa el baldaquino – como pequeño Vaticano- de la Parroquia a quien da nombre. Aquella que fue madrina de bautizo de tu abuela. Y la visión del cortejo –elegante, solemne- nos devolverá, como un barco recuperado de su naufragio, el feliz recuerdo de aquella por quien recibiste nombre en el bautizo. Aquella mujer de ojos tiernos  a quien hoy aquí le digo…:


  
  Quisiera devolverte como vuelven
  las olas a la mar de aquel verano,
  como tornan eternos los segundo
  en que fuimos felices porque amamos,
  quisiera regresar aquellos ojos
  que aglutinaban sol y desengaños,
  a la media sonrisa entre macetas
  y tendederos puestos en el patio
  con el hilo de alambre y con la ropa
  levantada en el aire por un palo.
  Quisiera devolver el almanaque
  viendo caer las hojas, muy despacio,
  aquel Judas Tadeo en la cocina
  y a la puerta pintada y al Sagrado
  Corazón de Jesús en la mirilla
  mostrándonos su amor mientras tus pasos
  se acercan –arrastrados- por la sala
  de aquel humilde y limpio piso bajo.
  Quisiera devolver aquellas tardes
  que se escapaban, sí, casi sin darnos
  cuenta mientras la copa recogía
  una conversación que aún no ha acabado…
  Yo hoy quisiera encender tantos recuerdos
  soplarlos como ciscos, reavivarlos,
  que me cuenten, de nuevo aquellas tardes
  de otoño por las calles de tu barrio.
                       
  Otoño de posguerra y sabañones,
  donde la cohetería va anunciando
  que la que vio el bautizo de tus hijos
  se acerca ya a la ojiva sobre el paso.
  “Ya viene este año toca…” dicen todos,
  ha madrugado por la calle el bando
  que indica que la luz de su sonrisa
  llenará los zaguanes solitarios,
  será una llamarada en los pasillos
  donde duermen los rostros de los cuadros.
  Y por eso has colgado los balcones,
  y ha puesto tu marido en el tejado
  una guirnalda de color de rosa
  que atraviesa la calle lado a lado.
  Ya viene por tu calle, ya se acerca,
  los niños van corriendo, y dan saltos
  alrededor del fuego de bengalas
  que ilumina las sombras del ocaso.
  Ya viene por tu calle, ya se acerca
  con el niño dormido de su brazo
  mientras los santos cantan bajo el suelo
  repitiendo palabras de los salmos-
  Ya viene por tu calle, ya se acerca
  y tus ojos se van hacia lo alto
  y en ellos se repite su finura
  su ráfaga y el verde de su manto
  y un estruendo de trompas y tambores
  acallan el píopío de los pájaros,
  y el maestro Tejera –muy solemne-
  saluda con un gesto de su mano
  si perder el compás mientras camina
  en un arder de trompas resoplando
  cien notas que se van del pentagrama
  -metálicas y tiernas- calle abajo.
  Yo quiero devolverte pues quisiera
  tener aquella hora entre mis brazos,
  y mirarme en la bruma de tus ojos
  recordando  momentos, recordando…
                       
  Que por tu casa ya no viene nadie,
  mas mi memoria no pasa de largo
  cuando llega noviembre a calle Feria
  y el corazón recuerda tus abrazos
  tu sonrisa de plata donde estaba
  la memoria del tiempo de aquel barrio
  y aquel tiempo feliz -en color sepia-
  todo mucho más pobre y más humano.
                       
  Te fuiste, mas me queda tu recuerdo
  cuando viene la lumbre de aquel paso,
  y noviembre se llena los bolsillos
  con sones de una banda en el ocaso,
  cuando viene la Virgen sonriendo,
  aquella que escuchaba risas, llantos…
  la Virgen que acompaña a sus vecinos
  y que los va llevando de la mano
  al cielo que es descanso y es la meta….
  al cielo que soñamos los cristianos
  al cielo donde espero ver tus ojos
  al cielo donde estáis Todos los Santos.