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NUESTRA HISTORIA

SÍNTESIS HISTÓRICA

La historia de esta Corporación Sacramental es fiel reflejo de la evolución que, a lo largo de casi medio siglo, han sufrido las devociones, la pastoral de la Iglesia, los movimientos demográficos, y hasta los usos y costumbres de un censo de hermanos que, hasta hace pocos años, radicaba en una gran mayoría en la collación de Omnium Sanctorum.

La Stma. Virgen en su talla 
completa.
La Sacramental de la Parroquia se ha convertido de este modo en un gran collar en el que se han ido insertando, por fusión o absorción, múltiples asociaciones que configuran la actual Hermandad Sacramental y de Ánimas de Nuestra Señora Reina de Todos los Santos.


A su vez y como en un espejo, la sociedad que ha convivido hasta mediados del siglo XX en este espacio geográfico del barrio de la Feria, ha dejado huellas indelebles en el estilo y el espíritu con el que esta Hermandad ha llegado hasta el siglo XXI.

La presente síntesis no pretende ser más que un acercamiento básico a la compleja Historia de esta Corporación. 

LOS INICIOS
(SIGLO XVI)

La Hermandad Sacramental

A raíz del movimiento surgido en el primer tercio del siglo XVI y que abandera doña Teresa Enríquez, llamada la Loca del Sacramento, los feligreses de Omnium Sanctorum, probablemente con el beneplácito y el impulso del clero de la Parroquia, deciden fundar una Hermandad que se dedique al culto al Santísimo Sacramento y al ejercicio de la caridad entre los hermanos.

La visita de esta dama de la nobleza a la ciudad acompañando en 1511 el séquito de Fernando el Católico y de su esposa Germana de Foix, ha sido tomado por la historiografía tradicional como el comienzo de las corporaciones sacramentales en un proceso que  se iniciaría por la creación de la del  Sagrario de la Catedral y que se iría extendiendo por el resto de collaciones hasta generalizarse a finales de siglo.

Sin embargo, las noticias generales que tenemos sobre este comienzo son muy fragmentadas. En concreto las de nuestra Hermandad proceden tanto del archivo histórico de la Corporación, como del archivo del hospital que ésta mantuvo en estos primeros años de su historia.

Los primeros documentos que se conservan son diversas reclamaciones de misas de 1549 y un informe que realiza el prioste de la hermandad, don Miguel de la Barrera al Arzobispado en 1564 donde se especifica que la Hermandad “es antigua” y considerándose junto a otros “fundadores de dicho hospital y cofradía”.

Coincidente con este documento se encuentra en el Archivo de la Diputación Provincial una solicitud del mismo hermano al Arzobispado fechada en  1580, sobre que no se redujera (en la práctica se expropiara) el hospital que poseía la Sacramental en la calle Peral, pues tal hospital no podía considerarse como tal, sirviendo sólo para las reuniones de los hermanos de la corporación que se hallaba fundada hacia 50 ó 60 años.


Como último dato relativo al origen de la Hermandad, podemos aportar el primer libro de hermanos de la Sacramental, que se hace nuevo en 1626 por haberse mojado el anterior y en donde se fija el año de ingreso del hermano más antiguo en 1581.

Son no obstante las primeras Reglas que se conservan en el Archivo del Arzobispado de Sevilla, y que se aprueban en 1636, las que nos pueden ofrecer más pistas sobre los orígenes de la Corporación. En el comienzo de las mismas se especifica, al igual que en los libros de hermanos y hermanas, que se éstas se hacen de nuevo por haberse mojado las anteriores.  Podemos deducir que, puesto que se requiere la aprobación de la jerarquía, estas Reglas contienen variaciones sobre las primeras y que por tanto no se trata sólo de un traslado de las primigenias, pues en ese caso no sería necesario el procedimiento, tanto menos cuanto que la elaboración de las mismas debió suponer un desembolso importante al estar encuadernadas en tapas de madera forradas en piel y grabados estofados en oro.

Este hecho es importante porque, al incluir en las mismas  algunas disposiciones del Concilio de Trento, en caso de que se tratara de un traslado estaríamos fijando la fecha límite de origen de la Hermandad en 1551.


Por tanto, conciliando los cuatro datos anteriormente reflejados podemos fijar la creación de esta primera asociación que, a lo largo del tiempo, se convertiría en el núcleo integrador de las demás corporaciones, en la horquilla temporal que va desde 1515 a 1545.

Durante este primer período de su existencia, la Hermandad debió de desarrollar una vida dedicada al culto (antes que a la caridad) muy en la línea con lo que demandaba de estas corporaciones el Concilio de Trento (1545-1563) especialmente las sesiones celebradas en el ya referido año de 1551, donde se establecen definitivamente los cánones relativos al Sacramento de la Eucaristía.

“No queda, pues, motivo alguno de duda en que todos los fieles cristianos hayan de venerar a este santísimo Sacramento, y prestarle, según la costumbre siempre recibida en la Iglesia católica, el culto de latría que se debe al mismo Dios. Ni se le debe tributar menos adoración con el pretexto de que fue instituido por Cristo nuestro Señor para recibirlo; pues creemos que está presente en él aquel mismo Dios de quien el Padre Eterno, introduciéndole en el mundo, dice: Adórenle todos los Angeles de Dios; el mismo a quien los Magos postrados adoraron; y quien finalmente, según el testimonio de la Escritura, fue adorado por los Apóstoles en Galilea. Declara además el santo Concilio, que la costumbre de celebrar con singular veneración y solemnidad todos los años, en cierto día señalado y festivo, este sublime y venerable Sacramento, y la de conducirlo en procesiones honorífica y reverentemente por las calles y lugares públicos, se introdujo en la Iglesia de Dios con mucha piedad y religión. Es sin duda muy justo que haya señalados algunos días de fiesta en que todos los cristianos testifiquen con singulares y exquisitas demostraciones la gratitud y memoria de sus ánimos respecto del dueño y Redentor de todos, por tan inefable, y claramente divino beneficio, en que se representan sus triunfos, y la victoria que alcanzó de la muerte. Ha sido por cierto debido, que la verdad victoriosa triunfe de tal modo de la mentira y herejía, que sus enemigos a vista de tanto esplendor, y testigos del grande regocijo de la Iglesia universal, o debilitados y quebrantados se consuman de envidia, o avergonzados y confundidos vuelvan alguna vez sobre sí”. Concilio de Trento, Sesión XIII, Decreto sobre el Sacramento de la Eucaristía, capítulo V.

En virtud de esta preeminencia que el Concilio concede al Sacramento de la Eucaristía y al auge comercial que la ciudad vive tras el descubrimiento de América y la erección de la Casa de Contratación en 1503, la Hermandad debió de contar pronto con un elevado número de hermanos (en torno a los cien) y una economía saneada que le permite hacer “guión y varas de palio”.

Los cultos de Regla se centran en esta primera etapa en Semana Santa y el tiempo Pascual. El Jueves Santo se convierte en la festividad principal al ser el día en que se instituyó la Eucaristía. 

En esta festividad, además, todos los hermanos debían “averiguar”, es decir pagar las cuotas correspondientes al año.

La procesión para llevar el Cuerpo de Dios a los enfermos e impedidos de la feligresía, constituía el segundo culto más importante del año. Para aumentar la solemnidad de la misma se procuraba la participación de niños, el clero de la parroquia (al que se invitaba a “dulces” finalizado el acto) y la mayor parte de los hermanos. En algunas ocasiones consta también la contratación de fuegos de artificio.

La Hermandad de Ánimas

Además de la influencia tridentina, el surgimiento de esta corporación cuenta con un componente social importante, cual era la necesidad de algunos feligreses de asegurarse un enterramiento acorde con su posición.

La Virgen en la
 Capilla de Ánimas. Navidad de 1990
Es también el Concilio de Trento quien en su sesión XXV en 1563, ratifica la existencia del Purgatorio e insta a que se fomenten los sufragios por las mismas, basándose entre otros textos en la Carta a los Macabeos, un texto que aún hoy se sigue manteniendo en las actuales Reglas.

Sin embargo, el concepto de un lugar intermedio entre el Cielo y el Infierno que permitiera “purgar” los pecados cometidos en la tierra era ya una figura familiar en todo el occidente cristiano desde el siglo XII.


Por otra parte, la falta de cementerios públicos obligaba a la población a procurarse enterramiento en los cementerios y bóvedas parroquiales y, cuando éstos se colapsaban en momentos de pandemias, en fosas comunes a las afueras de la ciudad que recibían el nombre de “carneros”.

Por ello, un gran número de cofradías construirán al mismo tiempo que sus capillas este tipo de enterramientos que, sin llegar a tener la categoría de las grandes Capillas de las Iglesias o Catedrales costeadas por la nobleza, identificaban a un sector de población que se identificaba con la cada vez más influyente burguesía urbana.

Ambos hechos (la necesidad de contar con oraciones que ayudaran a la salvación del alma a la vez que de enterramiento digno) pueden considerarse pues como el origen ideológico de esta Corporación cuyos inicios, a raíz de las primeras noticias que se conservan en el Archivo,  pueden ser situados también a mediados del XVI ya que el primer documento que se conserva es una reclamación de misas de difuntos a la corporación en 1578. 

AUGE Y DECADENCIA


EL SIGLO XVII

Sea como fuere, el recorrido de ambas corporaciones es paralelo hasta el año 1648, donde se produce la gran crisis de la peste bubónica que asola la ciudad. El hecho de este paralelismo no sólo se basa en usos y costumbres religiosas o de mentalidad sino que, en gran medida, se sustenta en una cierta rivalidad positiva entre dos corporaciones que pugnaban en un mismo ámbito geográfico, por la consecución de unas rentas basadas en esta época no tanto en los ingresos de los hermanos existentes como en los difuntos, y nos explicamos.

Los hermanos que pertenecían a cofradías del tipo que nos ocupan tenían tres obligaciones económicas fundamentales; pagar una cuota de ingreso que se reducía a la mitad en caso de “heredar la vela de su padre”; realizar la “averiguación” en las fechas señaladas en las Reglas, en el caso de la Sacramental cada Jueves Santo; y sacar la “demanda” por las calles del barrio cuando le tocara por turno.


La Virgen 
vestida de Dolorosa.  1950
Estas tres entradas, si bien debieron constituir un porcentaje elevado en los primeros tiempos, van perdiendo peso en las finanzas de las hermandades quienes, sobre todo a partir de mediados del siglo XVII, comienzan a contar entre sus cuentas con unos ingresos cada vez más elevados de “rentas, dotaciones y patronatos”; es decir, obligaciones que sobre casas y tierras cedían los difuntos (hermanos o no) a fin de que la Hermandad se obligara a rezar por su alma un número determinado de misas al año.

La disposición de los vecinos del barrio a integrarse en una u otra hermandad va a venir determinada indudablemente por la devoción, comprensión o cercanía al misterio que cada una de ellas mantiene como primer titular, pero no es menos cierto que factores como el prestigio de la institución, su patrimonio y la solemnidad de los cultos, serán también determinantes para incrementar no sólo el número de hermanos sino, como decimos, las donaciones en forma de rentas o tributos.

En esta época los cultos se estabilizan, en especial los de la Sacramental, más proclive por el sentido de la institución a solemnizar los mismos. Sabemos que se celebraba procesión con el Santísimo en una Custodia en la tarde del día del Corpus y que la Fiesta de la Resurrección era una de las principales junto con el Jueves Santo.

La de Ánimas mantiene el culto a las mismas en Noviembre y realza y regula todo lo concerniente al entierro de los hermanos.

En cuanto al patrimonio, este auge se plasma en el hecho de que ambas corporaciones acometen sin demora la construcción de sendas capillas propias con su correspondiente bóveda para cumplir fielmente con las obligaciones de enterramiento de los hermanos.

De la Sacramental nos consta que ya en esta época posee una custodia, un guión con su vara, que sustituyó a otro más antiguo, un cáliz de plata con su patena y caja y, desde 1643, un Niño Jesús que se encarga para que quede encima del Sagrario, además de otros objetos litúrgicos.

No obstante estos logros, la primera mitad del siglo XVII muestra también una cierta turbulencia en las relaciones entre los hermanos, pues en el informe del secretario de la Sacramental a propósito de la aprobación de las Reglas de 1636 se habla de algunos disturbios acaecidos en las elecciones.

Probablemente esta sea la causa de que la Hermandad se propusiera realizar estas nuevas Reglas, modificando algunos aspectos relativos a las elecciones.

Estos mismos incidentes se deducen de algunos datos de la documentación relativa a la de Ánimas.

Pero como expresamos al inicio, el año de 1648 habría de marcar un punto y aparte en la evolución histórica de ambas corporaciones. La quiebra demográfica que la epidemia de peste negra va a provocar en la ciudad afectará de forma pareja a nuestras hermandades hasta el punto de que ambas pierden aproximadamente la mitad de sus efectivos.

Sin embargo, la recuperación de los siguientes años no es asumida por igual por ambas corporaciones ya que mientras que la Sacramental entra en un período gris, con un alza de hermanos y rentas bastante discreta, la Hermandad de Ánimas encuentra entre los miembros del gremio del Arte de la Seda un verdadero filón que hace que llegue a convertirse casi en la práctica en una corporación gremial.

Junto a ello, el considerable aumento de donaciones en formas de rentas y tributos provocados por el cambio de mentalidad suscitado tras la epidemia, provocará un despegue espectacular que la obliga a redactar nuevas ordenanzas en las que se regula de forma minuciosa las obligaciones de la Hermandad para con los hermanos fallecidos, sus familiares, esclavos e incluso con aquellos que murieran en las puertas de las casas de los hermanos.

De forma independiente a las cofradías que hemos venido analizando hasta este momento, hacia 1690 y coincidiendo con las predicaciones del dominico padre Ulloa en la ciudad, debió de fundarse la Hermandad de Nuestra Señora de Todos los Santos en torno a la imagen de la Santísima Virgen que, desde 1554, se veneraba en un altar lateral de la Parroquia de Omnium Sanctorum, como bien ha estudiado en las páginas del Boletín de la Hermandad el investigador Federico García de la Concha Delgado.

Como se especifica en las Reglas de 1787 (primer documento que se conserva por haber desaparecido en el incendio de 1936 todo el fondo documental) esta nueva corporación que aparece en la vida de la collación surge como una corporación del Rosario, dedicada al rezo del mismo por las calles de la collación.

Muy probablemente el clero parroquial animara esta fundación relacionando, conmo sucedió en otros casos, la nueva devoción al rosario público con una imagen de la Virgen preexistente en la Parroquia. Este dato va a marcar la evolución histórica de la Hermandad fundamentando para los siglos posteriores una unión ejemplar entre ésta y la comunidad parroquial. 

El investigador Carlos José Romero Mensaque ha analizado profundamente las diferentes fórmulas de generación de este tipo de hermandades.

EL SIGLO DE LAS FUSIONES

SIGLO XVIII

Sin novedades apreciables hasta mediados del siglo XVIII debió transcurrir la vida de estas tres corporaciones pues nada reseñable se desprende de los fondos documentales. La organización de los cultos de Regla y la administración ordinaria de los hermanos y los recursos económicos copan las entradas de los diferentes archivos que se conservan.

La fecha de 1742 marcaría el primer gran evento del siglo, al ser trasladada la imagen de la Santísima Virgen de Todos los Santos desde el altar lateral donde se encontraba a la Capilla Mayor de la Iglesia por iniciativa del Duque de Alburquerque y Marqués de la Mina, a la sazón patrono de dicha Capilla. El auge que esta devoción debió adquirir desde la fundación de la Hermandad, influyó sin duda en esta decisión del Duque que marca el inicio de un período de florecimiento de esta Hermandad que afrontará durante la segunda mitad del siglo XVIII la ejecución del excepcional patrimonio con que cuenta en la actualidad, desde el majestuoso proyecto iconográfico de la peana procesional con los grupos de santos, ángeles y arcángeles hasta insignias como el simpecado.

No debió de ser ajeno a este hecho el sentimiento de general agradecimiento que suscita entre la población de Sevilla el hecho de que el temblor de tierra de 1755 (el famoso terremoto de Lisboa) no hubiera causado daños personales en la ciudad. Recordemos que este movimiento sísmico tuvo lugar precisamente el 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos.
Virgen vestida.
 1910
Parecido recorrido histórico debió de seguir la Hermandad de Ánimas que sigue gozando en esta época de un amplio censo de hermanos, unos cultos sencillos y unas dotaciones saneadas.

Por el contrario, la Hermandad Sacramental profundiza en este período un peligroso proceso de devaluación de sus recursos que comenzó a principios de siglo y que hunde sus raíces en la escasa participación de los hermanos en la vida corporativa y la corta rentabilidad de los numerosos bienes que poseía, hasta tal punto que los gastos de mantenimiento de las propiedades llegan a aumentar entre 1682 y 1700 un 400 por cien.

La subida al trono de Carlos III en 1759 y su política de reformas marcaría definitivamente el futuro inmediato de nuestras cofradías al intentar racionalizar a partir de 1770 el asociacionismo religioso en la Península mediante agregaciones o fusiones.

Dichas fusiones se plantearon con un criterio básicamente economicista, es decir agregar a hermandades con recursos suficientes otras con dificultades económicas. Por esta razón en la Parroquia de Omnium Sanctorum la Hermandad de Ánimas y la de la Reina de Todos los Santos encabezarán este proceso debido a su saneada situación financiera.

De este modo, al acabar la centuria a la Hermandad de la Virgen queda anexionada la de la Cruz de la Tinaja en 1792 y muy probablemente la de la Cruz de calle Linos que se había fundado en 1723.
Por su parte la de Ánimas agrega a la Hermandad Sacramental, a la de la Santa Cruz de la Pasión y Nuestra Señora de la Soledad, a una Hermandad del Cristo de la Columna de la que existen poquísimas noticias, y a la de la Cruz del Triunfo.

No consta en los documentos que existiera una gran oposición a estas agregaciones pues en muchos casos los hermanos de las cofradías afectadas eran los mismos. No sucede así en la fusión de la Hermandad de Ánimas con la Sacramental, en la cual se produce una fuerte oposición de algunos hermanos de la primera ante el Consejo de Castilla, argumentando que la Sacramental no tiene recursos suficientes para mantener sus cultos.

Sea como fuere, esta concentración de recursos sirvió para que el patrimonio de ambas corporaciones, así como el de la Parroquia, siguiera en aumento, como lo demuestra el hecho de que en 1792 se encargara el nuevo altar mayor de estuco de la misma y que la Hermandad Sacramental y de Ánimas comenzara a ejecutar en estos años de finales del XVIII y principios del XIX las grandes obras artísticas de su patrimonio, el palio para realizar la visita pascual a enfermos e impedidos y el guión sacramental.

LA DESAMORTIZACIÓN

SIGLO XIX

Sin embargo, pronto se demostraría que el temor de los hermanos de Ánimas a la agregación impuesta por el Consejo de Castilla estaba más que justificado. Tras esos primeros momentos de realizaciones comienza una etapa de decadencia que se va a prolongar a lo largo de todo el siglo XIX.

Varias son las causas en las que podemos cifrar este decaimiento, especialmente significativo en las corporaciones de Ánimas y Sacramental:

La situación general de pérdida de credibilidad que comienza a afectar al estamento eclesiástico, inclinado en su mayor parte hacia posiciones absolutistas en las diferentes crisis políticas que vive el país a lo largo de la centuria.

a) El arraigo en amplios sectores de población de ideas ilustradas o liberales que con anterioridad habían quedado reducidas a pequeñas élites intelectuales.

b) El surgimiento de nuevas devociones.

c) El nacimiento de un movimiento obrero al que, en principio y salvo casos concretos, es considerado con ciertos prejuicios por parte de la Iglesia.

d) El auge que experimentan las hermandades penitenciales, sobre todo a partir de la llegada de los duques de Montpensier.

e) Las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz.

f) La pérdida del poder adquisitivo de la población, especialmente tras el período de la Guerra de la Independencia.

g) La conclusión del proceso de liquidación de los gremios iniciado en el siglo XVIII.

h) La creación de los cementerios públicos con la consiguiente pérdida de función social de las corporaciones.

De todas estas causas, aquellas que pueden ser evaluadas objetivamente se corresponden con el número de hermanos y las fuentes de ingreso patrimoniales.

Con respecto al número de hermanos, a pesar de haberse integrado los censos de las hermandades de Ánimas y Sacramental, observamos un estancamiento cuando no una sintomática disminución. Carecemos de datos para comparar con la Hermandad de la Virgen y poder así determinar si este estancamiento es consecuencia directa de la evolución demográfica, de las causas subjetivas que hemos enumerado, o de la quiebra interna que debió suponer la fusión y de la que ya hemos hablado.

El proceso desamortizador va a afectar indudablemente al patrimonio inmobiliario de la Corporación (especialmente el de Madoz en 1855) pues ésta pierde casi todas las rentas y propiedades que poseía, tanto en el ámbito urbano como en el entorno rural. Enumerar algunas de las mismas puede darnos una idea de la amplitud y dispersión del mismo:

3 casas en calle Bancaleros (actual González Cuadrado)
3 casas en calle Tocino (actual Antonio Susilllo)
2 casas en la villa de Almonte
2 casas en la calle Escoberos
2 casas en la plaza de la Feria
2 casas en la calle Ciegos
1 en calle Peral

Rentas sobre el Cortijo del Higuerón y la Hacienda Tarazona, y así hasta un total de cerca de 50 propiedades.

Sin embargo, ya vimos como a partir de mediados del siglo XVIII, la importancia de estas rentas en la economía de la Hermandad va disminuyendo hasta pasar a ser una carga debido a la mala gestión, a la caída de las rentas urbanas, a las devaluaciones monetarias y a los numerosos arreglos que se tienen que acometer.

Esta situación conlleva que en el año 1875 la Hermandad tenga que reunir a los hermanos para comunicarles que no existen fondos para celebrar la fiesta de la Concepción, que se venía celebrando desde los orígenes de la Sacramental y que el año siguiente se haya de pedir licencia al obispado para poder celebrar un cabildo con tan solo nueve hermanos, lo que indica bien a las claras el estado de postración ha que se había llegado.

No obstante, y precisamente a partir de esta fecha de 1876 la llegada de nuevos hermanos permitirá elevar las cuotas y afrontar la hechura del monumento del Jueves Santo perdido en el incendio de 1936.

Por su parte, la Hermandad de la Virgen va abandonando poco a poco sus fines fundacionales para transformarse en una corporación gloriosa centrada en el culto a la imagen de la Reina de Todos los Santos, en cuyo honor se celebraba la Novena que, precisamente en 1871 se cambia al mes de mayo. En tal sentido cabe destacar la labor de Rosario Díaz de Villegas y González, nombrada camarera perpetua en 1881.
  

EL RESURGIMIENTO

SIGLO XX

Con estos ritmos históricos desembocan los dos grupos de hermandades (Ánimas y Sacramental por un lado y Reina de Todos los Santos por otro) en los albores de la década de 1900.

Los recursos se han estabilizado y las quiebras producidas por las fusiones y la desamortización parecen haber quedado en el olvido.


Hermanos ante el paso de la Stma. Virgen. Década de los 60
Mientras la Hermandad Sacramental y de Ánimas mantiene una vida lánguida, la de la Virgen sigue ocupando el centro de la vida parroquial, tanto por su unión histórica con la misma como por la mayor facilidad que para los fieles supone el acercamiento a una imagen que a un misterio como el de la Eucaristía.

Perdidas absolutamente sus funciones primigenias, y debiendo de adaptarse a los escasos recursos con que cuenta, el culto a las Ánimas pasa a ocupar un segundo lugar, mientras que el impulso al culto eucarístico durante el siglo XIX y el mantenimiento del patrimonio adquirido durante el tránsito de los siglos XVIII al XIX, dotan a la Sacramental de un halo de prestigio frente a las demás corporaciones.

En este contexto, en 1920 se produce la fusión definitiva de todas las hermandades existentes en la Parroquia en una sola, la actual Hermandad Sacramental de Nuestra Señora Reina de Todos los Santos.

Confluyen en este momento diversas cuestiones que van a propiciar que este nuevo proceso aglutinador se realice de forma ejemplar y sea la verdadera base de actuación que va a permitir a la Hermandad iniciar un período de continuado ascenso que llega hasta nuestros días.

A su vez podemos señalar tres épocas muy bien definidas; desde la fusión hasta el incendio de la parroquia en 1936, desde el regreso a la misma en 1940 hasta 1984 en el que se realizan nuevas Reglas y desde este momento a la actualidad.

La fusión

En primer lugar hay que considerar la aparición en este momento (1920) de un numeroso grupo de hermanos con un marcado carácter eclesial a la vez que un demostrado y eficaz sentido de la gestión de la institución.

Nombres como Ángel Hoyuela, Juan Pérez Calvo, Ricardo Laguillo, Rafael Oñós, Valentín Álvarez, Ramón Labanda, entre otros, van a constituir un núcleo de cristianos ejemplares con una fortísima vinculación parroquial y que, sin embargo mantienen un alto grado de independencia y autonomía en la gestión de la Corporación.
Precisamente esa profunda implicación parroquial va a colaborar en que la devoción a los titulares se expanda de nuevo entre una feligresía que, además, se beneficia de la bonanza económica de principios de siglo que impulsan las grandes obras públicas de la Dictadura de Primo de Rivera y, sobre todo, los preparativos de la Exposición Iberoamericana de 1929.

La relativa decadencia de la Sacramental y unos censos de hermanos compuestos en su mayor parte por los mismos dirigentes, facilitará una fusión modélica  para la que no se redactan nuevas Reglas. El curioso procedimiento propuesto a la Autoridad Eclesiástica y aprobado por la misma, establece que se mantengan las dos Reglas existentes por separado y que la Hermandad resultante de la fusión se rija por ambas, más quince puntos de fusión que vienen a resolver los posibles conflictos entre las mismas. Tan efectivos resultaron estos quince puntos que, aunque con algunas matizaciones posteriores, pervivieron hasta la elaboración de las Reglas actuales en 1987.

Con estas bases la década de 1920 ve un resurgir de la Hermandad en el aspecto patrimonial; se logra la permuta de la Sala Capitular para permitir la construcción de la nueva cuartelada del mercado, se completan las andas procesionales de la Virgen con nuevos respiraderos y jarras, así como con la adquisición de los cuatro candelabros y, sobre todo, se ponen las bases de gestión que permitirán afrontar en la década siguiente la monumental obra del baldaquino.

A su vez, el prestigio de la Corporación y la eficacia de sus cuadros dirigentes hace que buena parte de los mismos influyan decisivamente en la creación del Consejo de Cofradías de la ciudad, del cual formarán parte activa elementos como Ángel Hoyuela o José González Reina y que la Hermandad participe de forma activa en la magna procesión con motivo de la coronación canónica de la Virgen de la Antigua de la Catedral.

El incendio de 1936 y sus consecuencias

La completa destrucción de la Parroquia de Omnium Sanctorum en los sucesos que prologaron la Guerra Civil marca definitivamente el carácter profundamente parroquial de la Hermandad por cuatro hechos; la singular y poderosa personalidad del párroco don Antonio Tineo Lara, la cuantiosa aportación de la Hermandad a la reconstrucción del templo, el hecho de ser la única Cofradía que vuelve tras la reapertura y la presencia en todo su apogeo de Juan Pérez Calvo como director artístico de la Corporación.

Vayamos por partes. Las amenazas generadas por la izquierda radical y los lamentables sucesos que se van produciendo en España desde 1931 con la quema de iglesias y conventos, había llevado a los hermanos de la Corporación a estar vigilantes para salvaguardar el patrimonio de la misma y, de forma especial, los titulares de la Hermandad.
La Virgen en 
San Lorenzo. 1939.

Ya en 1931 la talla de la Virgen se traslada al domicilio particular de un hermano, hecho que se repetiría en 1936, mientras que la plata y los demás enseres fueron distribuidos en distintas dependencias a salvo de un posible incendio. De hecho, cuando se hace inventario de las pérdidas habidas en la quema de la iglesia, apenas si se ha perdido una credencia de plata, una ráfaga de metal de poco valor, algunas esculturas secundarias (entre ellas una Inmaculada del siglo XVII) y el Archivo de la Hermandad de la Virgen.

No se habían apagado aún los rescoldos del incendio cuando la Junta de Gobierno de la Hermandad, con el párroco a la cabeza, comienza la titánica tarea de reconstruir un templo de las características de Omnium Sanctorum.

Mediante préstamos y avales personales de los hermanos, solicitando la implicación de todo el pueblo e instituciones de la ciudad la Hermandad abordó en solitario la reconstrucción de sus propiedades afectadas; la Sala llamada del Patronato sobre la sacristía y la Capilla Sacramental. Pero lo que constituye un timbre de orgullo para la misma y permite grabar en letras de oro los nombres de aquellos hermanos es el asombroso baldaquino que cobija en la actualidad a la imagen de la Reina de Todos los Santos y que provoca la paradoja (única en la Diócesis) de que mientras que la titular de la Cofradía es propiedad de la Parroquia, el retablo mayor de la misma es administrado por la Hermandad.
Posteriormente y para completar tan magna obra la Corporación se volcaría en la cuestación realizada por la Parroquia para la construcción del Sagrario de plata, obra del orfebre Cayetano González y que hoy día constituye una de las obras argénteas más espectaculares realizadas por el mismo.

A partir de aquí las historias de la Hermandad y la de la Parroquia se funden hasta el cese de don Antonio Tineo como párroco. Miembros de la Hermandad forman parte de las asociaciones y movimientos de la Parroquia y viceversa, consiguiéndose con ello una fortísima cohesión en las actividades y proyectos que se afrontan, bien sean particulares o conjuntas.

Con este espíritu la Hermandad sigue incrementando su patrimonio a la vez que participa de forma activa en las iniciativas que la Parroquia va demandando; Escuela Litúrgica, Conferencias de San Vicente, Caritas Parroquial (de la que llegó a hacerse cargo por acuerdo de Cabildo General tras la solicitud de la Parroquia), etc.

En 1946 acompaña a la Virgen de los Reyes en la solemne procesión que se organiza con motivo de su Patronazgo sobre la Archidiócesis.

Las Reglas de 1987

Exposición 
"Las Glorias de Sevilla". Covento de la Paz (Plaza del 
Salvador) 1992.
La llegada de un nuevo párroco, de la Hermandad del Santísimo Cristo de las Almas y, sobre todo de una pujante juventud a las filas de la Hermandad abre la última etapa de la misma que está marcada por la aprobación de las Reglas de 1987 que, con un estilo conciliar fijan aquellos aspectos bien por asentimiento o por costumbre había hecho superar las bases de fusión de 1920.

A partir de entonces y hasta la actualidad, sin descuidar la colaboración con la Parroquia, la Hermandad busca sin cesar vías de integración de los hermanos en la vida corporativa poniendo especial énfasis en la atención a la juventud.

Inmersa en un ambicioso Plan General de Restauración podemos decir que en estos treinta y dos años se ha devuelto a su esplendor original la práctica totalidad de la escultura propiedad de la misma, el conjunto del paso procesional, el 50% del patrimonio textil, el 80 % de la orfebrería e innumerables piezas de menor importancia.

No menos importante ha sido la preservación y catalogación del Archivo, que en la actualidad se encuentra en fase de reordenación y digitalización y la reconstrucción de la Casa de Hermandad.

En 1998 volvió a trasladarse a la Catedral de Sevilla para presidir el Pregón de las Glorias y estar presente en la clausura de la Asamblea Diocesana de Hermandades.